lunes, noviembre 27, 2006

La escuela del pasado "glorioso"


El pasado como modelo para el futuro.
Guillermina Tiramonti *
Revista Ñ, 19-11-06. Publicado con el título La escuela del pasado glorioso
Es un secreto a voces que la escuela está siendo hoy cuestionada, no sólo en nuestro país, sino incluso en otros que tradicionalmente han actuado como el modelo a alcanzar, como es el caso de Francia. Claro que no es lo mismo el centro que la periferia. En la construcción de la “cuestión educativa” convergen algunas problemáticas que nos son propias.
En líneas generales, los estudiosos del tema coinciden en señalar que los cambios que se acumularon a partir de la segunda mitad del siglo XX han puesto en jaque a la escuela, que reconoce su origen en los finales del siglo XVII. Para algunos se trata lisa y llanamente de la pérdida de la posibilidad de incorporar a las nuevas generaciones a la cultura letrada o al conjunto de saberes que la ilustración recortó e identificó como “lo culto”. En estas posiciones se inscriben intelectuales nacionales de la envergadura de Beatriz Sarlo o el italiano Sartori.
Otros piensan que, a la inversa, se trata de una dificultad de la institución escolar para dialogar con la cultura contemporánea. El surgimiento de la actividad escolar se funda en la demarcación de un espacio propio en el que se desenvuelve una práctica de enseñanza - aprendizaje inédita hasta ese momento, donde el aprender se separa del hacer; ya no se aprende en el taller artesanal o al mismo tiempo que se participa de la actividad familiar, sino que se acude a un lugar especifico, la escuela, que organiza su tiempo y espacio con ese fin.
Este proceso generó efectos contradictorios. Por un lado hizo posible que algunos grupos pudieran adquirir saberes con independencia de su origen social, ya que dejaron de estar atados al espacio familiar. En estos casos se materializó la promesa emancipadora de la modernidad. Al mismo tiempo, en la medida en que los saberes escolares se distanciaron de la vida cotidiana y se definieron en abstracto, se hicieron extraños para otros grupos poblacionales más asociados a la actividad manual. Esta última población fue seleccionada negativamente por la escuela, fueron y son los que acceden pero repiten o desertan, los que “no les da la cabeza”. Emancipar y seleccionar son dos procesos inseparables que se suponen mutuamente, aunque en muchas ocasiones recordemos sólo uno de ellos, aquel que da cuenta de nuestra propia trayectoria o la del grupo al que pertenecemos, y olvidamos el restante, que signa la suerte de muchos otros
Esta separación entre la cotidianeidad y el espacio escolar es la que hoy está generando efectos contradictorios. En gran medida permite a la escuela atrincherarse en el rechazo a los cambios del mundo contemporáneo, lo que impide actualizar su propuesta cultural y enriquecerla en el intercambio con la multiplicidad de textos que hoy configuran la cultura.
Esta resistencia escolar genera una creciente degradación de su propia propuesta y coloca a la institución en una situación de debilidad para hacer valer su específico aporte en el diálogo de la cultura. La escuela se pone así al margen, en los bordes de la cultura, y reclama que el mundo cambie para poder recuperar el centro. Se acusa a la TV de matar a la infancia y la lectura, a Internet y a herramientas como el chat de deformar el lenguaje, a los jóvenes por carecer de intereses y motivaciones culturales, y así al infinito en un esfuerzo por deslegitimar todo aquello que no se corresponde con los supuestos culturales y sociales en los que se asienta la institución escolar.
A la resistencia cultural se le agrega la evaluación negativa de otra serie de cambios que se han producido en los últimos cuarenta años. El que pareciera ser más urticante es el de las modificaciones en la familia. Si bien el derecho de las mujeres a realizar un proyecto individual es aceptado y hasta aplaudido socialmente, se espera que esto se haga sin que se pierda la organización vertical de la familia patriarcal de manera de conservar su capacidad de emitir un mandato inapelable para las nuevas generaciones. Es así como desde la tertulia de amigos, desde los dichos docentes y desde no pocos textos de especialistas y conocedores se interpela a los padres para que ejerzan su autoridad.
El mundo ha cambiado; la cultura, las instituciones y las nuevas generaciones difieren en mucho de aquellas que estuvieron asociados al surgimiento de la educación escolarizada y fundamentalmente de la escuela secundaria. Sin embargo hay una generación de argentinos, intelectuales unos, docentes otros y gentes de la más variada procedencia, que se posiciona ante el cambio desde la nostalgia por un pasado glorioso en el que la sociedad otorgaba un espacio de reconocimiento a las instituciones y las elites portadoras de la “cultura”.
La nostalgia y el duelo por la pérdida de un pasado mítico que se recuerda desechando toda su contradicción y limitaciones, es el sustrato teórico-ideológico que guía el libro de Sanguinetti.
Desde esta postura evoca instituciones y próceres protagonistas de nuestro glorioso pasado que deberían ser el foco de la recomposición de un sistema educativo malogrado por la ineptitud de las políticas implementadas en los últimos años. Se evoca a la Universidad de Buenos Aires, no en su crisis actual, sino en sus logros de antaño, y al Nacional Buenos Aires se lo piensa suspendido en el éter de la definición cultural de la Ilustración (y tal vez allí esté), y se propone su reposición para guiar y conducir un futuro que deberá construirse con el modelo de tiempos pretéritos.
Del mismo modo se evocan a los próceres en su carácter de modelos a seguir. Como era de esperar, la primera figura es la de Sarmiento, en la que convergen todas las virtudes del hombre público y en la que se combinan sin contradicciones las altas cualidades del intelectual y del hombre de acción. Entre los héroes sin fisura no podía faltar Amadeo Jacques, el humanista francés que primero presidio el Colegio San Miguel de Tucumán y que luego fue rector del Nacional Buenos Aires. Se evoca también a Miguel Cané, autor de “Juvenilia” en el que recrea idílicamente la vida estudiantil del Nacional Buenos Aires.¡Que coherencia la de Cané: la Ley de Residencia para los extranjeros indeseables y el dulce Juvenilia para exaltar la elite de los educados!
Para quienes crean que el futuro de la educación argentina está en su pasado, el texto de Sanguinetti es bibliografía obligatoria.
*Directora de FLACSO. Especialista en Políticas Educativas. Profesora Titular de la Universidad Nacional de La Plata.
Ilustración:
Escuela parisina construída en 1882 año en que se dicta la Ley Jules Ferry
Archivo fotográfico del Proyecto Histelea

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