martes, agosto 17, 2010

Don Luis Iglesias


Don Luis Iglesias
Por Marta Tomé

Necesito comunicar algo de lo mucho que aprendí por conocer personalmente a Don Luis (en varias oportunidades, en su propia casa, en algún proyecto compartido, en algunos homenajes, en algunas conversaciones telefónicas para el día del Maestro, en que siempre lo llamaba desde que lo conocí):

* Nos contó que siendo inspector, asistió a una asamblea gremial donde votó, pero donde la decisión de la mayoría no coincidía con la suya (era un paro). La acató porque creía en el valor de la organización de los trabajadores, pero además elevó a las autoridades su decisión, no sea que por ser inspector se “salvara” de las consecuencias de haber faltado

* Cuando le pregunté qué se había propuesto fundamentalmente al trabajar en el campo con los hijos de los peones rurales, me dijo: “que cursaron todos los grados de la primaria (y no sólo hasta cuarto como era lo previsto) y que esos cursos tuvieran el mismo nivel que los de la ciudad”. Quizás para otros pueda parecer muy poco, pero me impactó mucho lo del cuarto grado, porque mi mamá me había contado que en Italia ése también era el límite de escolaridad para las mujeres. Y lo del nivel, porque yo había trabajado en zona indígena y allí la aspiración docente también era llegar a una educación de segunda. Los peones rurales, es decir los pobres, las mujeres y los indios tenían el mismo destino en el sistema educativo.

* Cuando le pregunté cuál creía él que era (dentro de sus estrategias de trabajo) la mejor, me dijo que “El cuaderno de pensamientos” porque era una escritura no obligada, que la hacían cuando querían y quiénes querían, y entonces era verdadera. Eso sí, no era diario íntimo, todos sabían que se lo iban a leer a los compañeros. Y sacó para mostrarnos muchos de esos cuadernos, ilustrados, conservados en su biblioteca por años, con tanto cariño, que estuve en silencio el resto del tiempo. Algunas compañeras con las que fui, tomaron ese proyecto y lo trabajaron en el conurbano, editando cada fin de año los trabajos que entre todos seleccionaban (y que quedaron en las bibliotecas escolares)

* Haciéndose una autocrítica, él contó una vez que vino a verlo un papá y le dijo: “Maestro, los chicos lo quieren mucho, nosotros estamos muy contentos con usted, pero eso sí, no le enseñe lo que nosotros ya sabemos, de eso nos encargamos nosotros, enseñe lo que nosotros no podemos enseñar (Don Luis, maestro rural responsable, había hecho todos los cursos posibles del INTA, y le dedicaba varias horas a la huerta escolar. Creía que eso era valorar sus conocimientos, pero no había averiguado bien “cuáles” eran, para ocuparse entonces sólo de profundizarlos). Trabajando en educación intercultural éste es precisamente el desafío: planificar en conjunto con la población los contenidos de las clases, y en muchos casos quiénes son los más idóneos para enseñarlos.

* Hablando de planificación, Don Luis planificaba, siempre planificaba, siempre tenía un proyecto, una propuesta con distintos niveles de dificultad, un fichero de recursos, y estrategias que permitían que “todos” al mismo tiempo hicieran y colaboraran con lo que hacían los otros. Una maestra rural (M. del C. Firpi) que antes de conocerlo tenía como libro de cabecera “La escuela rural unitaria” me contó que una nena de primero se trajo un hermanito más chico para poder ayudar y enseñar ella también. Ése era el clima: todos aprendemos, todos enseñamos.

Don Luis no fue un héroe, fue un maestro. Es bastante, y es mucho para los que intentamos serlo.

Marta Tomé
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