viernes, noviembre 24, 2006

¿Memoria no es historia?

En “Los abusos de la memoria”, advierte Tzvetan Todorov los motivos por los cuales la memoria se ha visto revestida de tanto prestigio a ojos de todos los enemigos del totalitarismo y cómo todo acto de reminiscencia, por humilde que fuese, ha sido asociado con la resistencia antitotalitaria[1].
Sólo que, como bien señala el autor más adelante, es necesario distinguir entre la recuperación del pasado y su utilización subsiguiente.[2]. En tal sentido, si la sola recuperación puede ser vista como un acto de resistencia a la opresión la utilización, en nuestro caso, obedece a la intención de testimoniar y cuando 30.000 desaparecidos constituyen el saldo de la dictadura, entonces el derecho se convierte en deber.
No obstante es lícito preguntarse sobre las razones personales individuales de la memoria o del olvido lo que nos lleva directamente a la pregunta sobre por qué se recuerda o se reprime el recuerdo.
Y aquí estamos incursionando en el territorio que el psicoanálisis reivindica como propio sin que estemos dispuestos a franquear esas fronteras por cuanto nos exceden ampliamente en esta ocasión.
En términos de Todorov “la recuperación del pasado es indispensable” [en el caso de los crímenes de lesa humanidad lo reclamó como un deber] pero de allí no se deduce que el pasado tome las riendas para gobernar nuestro presente; por el contrario “éste hará del pasado el uso que prefiera”, a lo que agregaríamos algunas cuestiones no menores: cuándo, cómo y dónde se prefiera.[3]
Y al pasar de la esfera de lo privado a la esfera de lo público, “el acontecimiento recuperado puede ser leído de manera literal o de manera ejemplar “[4]. Su literalidad no significa su verdad, y aquí, memoria no es historia, o de otro modo un determinado uso de la memoria no garantiza la veracidad de un relato si no es sometido a todas las reglas metodológicas de control historiográfico.
Regresando a Todorov:
“…por otra parte-y es entonces cuando nuestra conducta deja de ser privada y entra en la esfera pública-, [cuando] abro ese recuerdo a la analogía y a la generalización, construyo un exemplum y extraigo una lección. El pasado se convierte por tanto en principio de acción para el presente”[5]
En lo que hace a los estudios en Argentina seguimos a Cristina Viano cuando marca tres momentos que comenzarían desde mediados de los años 80 transitando una “esquiva, compleja y cambiante relación” con el país de la década de los 70:
“Un primer momento estuvo signado por la teoría de los dos demonios, otro por la teoría de la reconciliación nacional y una última y más larga etapa que se abrió a mediados de los años 90 en la que asistimos a una explosión de memorias que tuvieron su epicentro en los acontecimientos de los primeros y segundos años 70. Inicialmente ello fue coincidente con el aniversario de los 20 años del golpe militar de 1976, con la emergencia de HIJOS, las confesiones de los torturadores y la autocrítica de algunos jefes militares.[6]
En esa larga tercera etapa ubicamos nuestro trabajo coincidente con el 30 aniversario del golpe y con las políticas de derechos humanos del actual gobierno dirigidas a la derogación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, la democratización de las Fuerzas Armadas y la recuperación de la memoria de las violaciones a los derechos humanos ocurridos durante la última dictadura militar, con lo que se reabrirían los juicios hacia los militares indultados.
No se nos escapa que este último párrafo se instala en pleno vórtice de la discusión ideológica actual en nuestro país.
Un cierre provisorio para este apartado en el que advertimos que memoria no es historia anticipando una respuesta positiva al interrogante del subtítulo lo encontraremos en la aguda lectura que Paul Ricoeur realiza de la obra de Maurice Halbwachs, La Mémoire collective.
Ricoeur se refiere al trabajo pionero de Halbwachs como “la memoria fracturada por la historia” [sic] como consecuencia de la “ruptura que interrumpe el curso de la obra cuando se introduce la distinción inesperada, entre memoria colectiva y memoria histórica”
“La principal línea de división por la que el autor luchó antes, ¿no pasa entre memoria individual y memoria colectiva, esas “dos clases de memoria” […]–esas “dos maneras que tiene el recuerdo de organizarse”-?. Y sin embargo, la diferencia está muy marcada: entre memoria individual y memoria colectiva; el vínculo es íntimo, inmanente; los dos tipos de memoria se interpenetran”[7]
Esta manera de concebir la relación entre memoria individual y memoria colectiva es la tesis principal de la obra de Halbwachs pero no alcanza a la historia mientras ésta no llegue a convertirse en memoria “histórica”.
Agrega Paul Ricoeur que el rol de la escritura es el comienzo de la operación historiográfica que conduce a la distanciación de la narración estructurada en la que se deposita la historia.[8]
Y finaliza el balance de la obra de Halbwachs en este punto con dos significativos interrogantes que oportunamente nos convienen para cerrar este apartado: ¿La historia, así reconsiderada, merece aún el nombre de “memoria histórica”? Memoria e historia, ¿no están condenadas a la cohabitación forzosa?
Ilustración:

León Ferrari
En 1995 ilustró la edición en fascículos del libro "Nunca Más" de la CONADEP, publicada en el diario Página/12.
Notas:
[1] TODOROV, Tzvetan: Los abusos de la memoria, España, Paidós, 2000, p.14.
[2] Ibidem, p.17. Las cursivas pertenecen al autor.
[3] Ibidem, p. 25.
[4] Ibidem, p. 30. Las cursivas pertenecen al autor.
[5] Ibidem, p. 31.
[6] Viano, Cristina, op. cit, p.12
[7] RICOEUR, Paul: La memoria, la historia, el olvido, Buenos Aires, FCE, 2000, p. 506.
[8] Ibid. p. 511.
Texto tomado de:
CUCUZZA, Héctor Rubén ¿Memoria no es historia? Testimonios de una escuela durante la dictadura militar en la Argentina, 1976-1982, en Revista Interuniversitaria de Historia de la Educación, No. 25.

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