miércoles, agosto 29, 2007

Catecismos patrióticos


El Catecismo Público para la Instrucción de los neófitos o recién convertidos al Gremio de la Sociedad Patriótica.
La cartilla o silabario era el primer soporte escriturado al que accedía el niño para memorizar las vocales y consonantes antes de enfrentar los primeros textos para la "lectura de corrido", en general, el catecismo.
Hacia el final del período de los borbones comenzaron a circular catecismos patrióticos al modo de folletos destinados a la propaganda política de la Revolución, sobre el régimen español, la invasión napoleónica en la Península, al Consejo de Regencia, a la Junta de Cádiz y a las Juntas revolucionarias de América. Editado en la Imprenta de Niños Expósitos el historiador Antonio Zinny en su "Bibliografía Histórica" lo da como del año 1811 y con el título "Catecismo Político". El texto adopta la clásica fórmula de las preguntas y respuestas de los catecismos. Así:

"Pregunto: Decidme hijos, hay quién nos deba mandar?
R. Si Padre, quien nos deba mandar hay.
P. Quántos os deben mandar?
R. Uno solo no mas.
P. Dónde está ese que os debe mandar?
R. En España, en Chile, y en todo lugar.
P. Quién os debe mandar?
R. El Pueblo, sus Representantes, y la Municipalidad, que son tres cosas distintas y una sola cosa misma..." ( T. I, p. 254).

Continúa con preguntas y respuestas referidas a la invasión napoleónica a España, la caída de la Junta Central de Sevilla, la instalación del Consejo de Regencia en la isla de León y la legitimación criolla de crear Juntas como en España, "para levantarnos del sepulcro de nuestra inveterada esclavitud, para hacer con tiempo lo que ha hecho Buenos Ayres antes que llegase la polvareda" (sic):

"P. Pués la Junta ha de quitar el comer á alguno?
R. Por el contrario la junta es, para que todos coman.
P. Mostrad cómo?
R. Si Padre: todos han de comer, porque la patria que los abriga en su seno, y necesita de sus brazos para sostenerse, ha de empeñarse en robustecerlos, y contentarlos para ser invencible: nada con preferencia ha de arrebatar a los cuidados de esta amorosa madre, como el hacer felices á sus amorosos hijos, manteniendo á los propietarios, sin gravámen en sus heredades, los magistrados con decoro, y magnificencia en sus empleos, las autoridades constituidas con la dotación necesaria para que no se haga venal la justicia, las corporaciones, y monasterios, en el órden debido para que sean útiles, y edificantes al pueblo los diversos principios de su institución (T. I, p. 258).

Lleva tranquilidad sobre los escasos fondos que se necesitarían para rentar a los funcionarios de la Junta, fondos que se incrementarían "á la primera providencia que se tome para excitar el comercio del Reyno, y exportar sus efectos (...) y los propietarios de los fondos rurales, y traficantes de todo género, abundarán de riquezas en muy pocos años" (T. 1, p. 259).
Y en cuanto a los recursos para la guerra, la respuesta se enciende en arenga: "para los de guerra disciplínense las milicias, no haya un hombre que no sea soldado: todos reconozcan sus respectivos cuerpos, y cuando llegue el caso de una invasión extrangera la patria se salvará en los brazos de cien mil ciudadanos, que animados del entusiasmo que inspira la propia conservación dexarán burladas las tentativas de todo poder de la Europa..." (T. I, pp. 259-260).

El cierre no escapa al estilo de control del catecismo:

"P. Según esto los que se empeñan en desautorizar á las Juntas, pintándolas como un monstruo destructor de las Américas, son enemigos de ellas, y tratan de perderlas.
R. Es de fé humana.
P. Lo creeis así.
R. Así lo creo. (T. I, p. 260).

Gregorio Weinberg analiza otros catecismos difundidos en latinoamérica para legitimar a las elites criollas que conducían las guerras de independencia, como así, catecismos "realistas" surgidos como respuesta, en lo que denomina "guerra de los catecismos" (WEINBERG, 1995: 106).
La "guerra" tenía lejanos antecedentes en las luchas religiosas del siglo XVI: el Grande y Pequeño Catecismo de Lutero (1529), atravesados por inculpaciones contra la jerarquía eclesiástica, tuvo su contraparte en el Catecismo Romano (1566) aprobado por el Concilio de Trento que ha servido de base para los catecismos católicos hasta la actualidad, como lo reconoce desde el prólogo el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica ( Librería Juan Pablo II, Santo Domingo, 1992). El ademán catequético alcanzó hasta los difusores del socialimo utópico latinoamericano. Véase la Cartilla socialista o sea Catecismo elemental de la Escuela Socialista de Carlos Fourier, de Plotino Rhodakanaty (RAMA,1977:189). También CORBIERE, Emilio (2000) Los catecismos que leyeron nuestros padres, Buenos Aires, Sudamericana.
Así mismo advierte Weinberg sobre la perduración de la forma "catecismo" hasta bien avanzado el Siglo XIX, vaciada de contenidos religiosos y utilizada como recurso didáctico.
Julia Varela menciona las quejas de Pedro Canisio, rector de la Universidad de Ingolstadt dirigidas a Ignacio de Loyola, frente a la inundación europea de catecismos protestantes, para proponer que las analogías entre pobres e indios en la mentalidad dominante llevara a que:

"Esta literatura catequética marcó por largo tiempo la enseñanza de pobres: formas de expresión «concretas», claridad basada en un lenguaje elemental, diálogos cortos y en apariencia sencillos, respuestas exactas, memorización y repetición, no fueron únicamente características de la catequesis, sino paradigmas de la instrucción de pobres" (VARELA,1983:258/259).

Agrega que, ciertamente, no todos los catecismos eran iguales para advertir que los eramistas incursionaron en la redacción de estos pequeños tratados "que no dejasen inactiva la conciencia y la inteligencia de los lectores", despertando sospechas y prevenciones sobre su uso (VARELA,1983:260).
En los comienzos de la configuración de los sistemas educativos nacionales y de sus correlatos en la construcción del discurso pedagógico, de la idea moderna de la infancia y de la construcción y triunfo del discurso didáctico, parecería atinada la elección de las elites ilustradas criollas de apoyarse en el catecismo como un instrumento de transmisión de saberes que venía demostrando su eficacia durante siglos. A poco que avancemos en el Siglo XIX, podremos comprobar cómo la liturgia escolar laica acabaría igualmente adoptando formas de la liturgia religiosa, del mismo modo, que inauguraría su propio discurso diferenciador y segmentador sobre el acceso al conocimiento.
El texto completo del catecismo patriótico puede consultarse en:
http://www.histelea.unlu.edu.ar/libreria/catecismo/index.html

3 comentarios:

  1. El teórico de Paula de hoy terminó con una pregunta que quedó sin responder por falta de tiempo. ¿Pueden los libros hacer la revolución? Me quedé pensando y quiero compartir un punto de vista personal: creo que los libros tienen poder siempre y cuando tengan la capacidad de entrar en el mundo de significaciones de la persona que lo lee, y para que esto pase tiene necesariamente que haber algún punto de contacto entre las condiciones materiales de existencia del lector y las ideas que expresa el autor del libro. La unión de las vivencias personales, la identificación con un autor y las ganas de cambiar algo hacen una mezcla poderosa.
    Me parece un punto que vale la pena debatir en clase, si se puede. Gracias por el espacio.

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  2. Me gustó mucho la clase que desarrolló la profesora Paula porque logró inquietarnos con una pregunta bastante polémica.
    Creo que para poder responder a la pregunta del autor Chartier, no podemos dejar de considerar el proceso hegemónico que nos atraviesa a todos los sujetos, y como tales producto y productores de relaciones sociales.
    Sería interesante que pudiéramos seguir debatiendo este tema en clase porque hubieron muchas posiciones diversas y movilizadoras.
    Gracias por este espacio
    Cecilia Verdicchio
    53571

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